En estos tiempos de la comunicación, de las relaciones sociales y del bullicio, nos encontramos con una realidad que va generando dolor. Una alteración y destrucción de lo cotidiano que va apareciendo bajo señales como: el lapsus, la incomunicación, la falta de identidad, el olvido, el silencio, la soledad. Estas son algunas de las consecuencias que afectan a un sector de personas directa e indirectamente. Y esto, realmente, forma parte de nuestra sociedad. La palabra Alzheimer causa miedo e inseguridad en el incipiente paciente y también para quienes están en contacto con la enfermedad (familiares, amigos, investigadores, cuidadores.. ) Una realidad que podemos calificar como la tristeza del olvido.
Desgarra ver la persona que va deteriorando su presencia y se convierte en ausencia. Pero, la fuerza de su entorno hace que se mueva y. aún ausente, siga viviendo, siga sintiendo pequeños trocitos de vida. Esta muestra trata de dar voz a esta situación, para así, tomar conciencia acerca de la importancia del acompañamiento en un camino del olvido, jamás deseado.
En unas ocasiones, como producto del deterioro cognitivo, asumible o no. Desde este momento, se presenta una larga tarea y proceso que se ha de aprender conjuntamente. Sin embargo, en otras ocasiones nada tiene que ver esta enfermedad. Es el propio ser humano quien genera el olvido conscientemente (ahora ya no me eres útil, ya no te necesito…), provocando también esa tristeza de quien quizás, durante un tiempo, formó parte en el camino de la vida. Por ello, nuestro sentir debe ser de acompañamiento, de ternura y de cuidados hacia el ser humano. Y, demostrar en cada momento que: “Aunque tú ya no sepas quien soy yo, que ya no me reconozcas, que soy un extraño para ti, no me importa; porque yo si se quien eres tú. Tú eres alguien muy importante para mi”